Las
reiteradas palabras de Jesucristo: “si alguno quiere venir en pos de mí,
niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”, no se refieren a una vida cómoda
complacida en los placeres mundanos y haciéndose llamar “cristianos” solo por
asistir los domingos a la iglesia.
El
verdadero evangelio y los verdaderos hijos de Dios viven una vida de
restricciones voluntarias y conscientes hacia todas las cosas mundanas que
están contra el espíritu simplemente porque chocan.
Tomar la cruz significa vivir esforzadamente
rechazando los placeres, los vicios, los excesos y todas las influencias
negativas a las que invita la mundanalidad.