(Fomentando la convivencia familiar)
Hoy por la tarde, cuando el cielo comenzaba a
matizarse con los tiernos colores del ocaso, nos pusimos a jugar pelota con mi
hija. Exclamaba de alegría cuando me marcaba anotaciones, y en su conteo
alardeaba de ir ganándole a su papá.
Su cuerpito aún cuatreañero era compensado por su
agilidad para ir tras la esfera ahulada que rebotaba impredecible hacia
cualquier dirección.
Los niños no tienen merma, y en su incansable
imaginación marcan el mundo de dinamismo buscando vivir experiencias a su
máxima potencia; por eso preguntan, por eso exploran, por eso curiosean, por
eso van más allá del área de control que los padres intentan delimitar.
Más tarde, cuando sintió la incomodidad de la
humedad del sudor en su cuerpito, y al agitar su camisa con la idea de
refrescarse, tuve que aprovechar para invitarla a sentarnos un rato para
descansar.
Ahí nos pusimos a platicar frente a las flores del
jardín y viendo hacia el cielo cuando la noche caía sobre nosotros.
Sí, observamos las nubes, y como es ya clásico en
los niños, comenzamos a identificar figuras y a inventar historias de los
animales que se visualizaban, qué hacían, por qué estaban ahí y para a donde se
dirigían.
De pronto, en el horizonte se comenzaron a divisar
algunos relámpagos.
Ella pensó que se acercaba una tormenta por lo que
me pidió que nos fuéramos para adentro.
Ahí tuve la oportunidad para inventarle otra
historia, y le dije que se tranquilizara, que solamente se trataba de una nube
de lluvia bebé que iba muy lejos, y andaba buscando a sus papás. Después, nos
divertíamos al ver que cada flashazo detrás de la nube que poco a poco se iba
alejando, eran gritos de felicidad porque ya había encontrado a sus padres.
En eso estábamos, cuando una voz desde adentro de
la casa nos llamaba: “Vengan, ya está la cena…”, era la reina de la casa que
nos convidaba a la exquisitez de su mesa.
Y mientras nos dirigíamos hacia adentro, dejamos
atrás el patio que bajo la tenue luz de un día más que se extinguía, nos había
regalado agradables momentos, al calor de la familia.