Los
menores de edad deben estar jugando, divirtiéndose, conviviendo con su familia
y amigos, formándose como personas de bien en las iglesias y estudiando con
empeño para convertirse en ciudadanos productivos y autosuficientes.
No
se vale andar jugando al amor; a ser papá y mamá; porque aún no dimensionan su
significado. Su comprensión y capacidad sobre las responsabilidades familiares
es limitada.
El
sueño de llegar vírgenes al matrimonio no es una rigurosidad de padres
anticuados. Tiene como base garantizar
la realización personal y la felicidad emocional.
Ya vemos que lo contrario nos ha traído una
sociedad altamente promiscua e inmoral.