Generalmente se piensa que Frankenstein era un monstruo
malvado que causó muerte y terror.
Pero el nombre que le da el título a la historia no es el de
la criatura, es más, ésta ni siquiera tenía un nombre; ese nombre era el
apellido de su creador.
Un mensaje muy sugerente para nuestras sociedades
intelectualoides: “El verdadero monstruo era su creador”.
El conocimiento y desarrollo está “fabricando” una sociedad
de monstruos destruyéndoles la naturaleza de la belleza interior.
Afecto, empatía,
sentimientos, emociones, fe, esperanza, en fin, la verdadera humanidad, son
ahora conceptos hasta burlescos para los que se creen “desarrollados”.