Comienza con bromas denigrantes o pequeñas rabietas.
Luego vienen frases golpeadas: “como vos no hacés tal cosa”, “te lo dije, pero como no entendés”, “no
seas torpe”.
Este trato continuado provoca en la víctima un estado mental de
temor y consecuentemente sumisión.
Esas primeras palabras deben considerarse alarmas para hacer
un alto: “no me volvás a tratar así”.
El maltratador intentará sobreponerse, por lo que la
advertencia debe acompañarse de acciones que le den fuerza y validez:
indiferencia y algún tiempo de silencio.
Las disculpas son irrelevantes; los maltratadores son
expertos “lambiscones”; se deberán exigir cambios y “nunca” permitir reincidencias.