El problema de ésta es que por no tener censura es accesible
a cualquiera incluso involuntariamente (miserables vecinos fastidiosos).
Lo peor es que su demanda ha hecho que el inescrupuloso mercado
musical se vuelque a la promoción de seudo-artístas que pisoteando todo código
de decencia se lucen con expresiones vulgares y obscenas.
Trágicamente la sociedad la acepta como normal reflejando su
deplorable formación a base de chabacanería, jayanada y por ende vaciedad
espiritual.