a) Por
su asombrosa capacidad para empaparse, comprender y manejar las diferentes y
complejas teorías físicas conocidas sobre el funcionamiento del universo;
b) Por
la facilidad para explicarlas de una manera sencilla, entendible y magistral,
habiendo sido uno de sus grandes objetivos y virtudes querer acercar la ciencia
a las grandes mayorías a través de sus didácticos escritos; y
c) Por
sus espectaculares aportaciones, llegando a establecer la posibilidad de
realizar viajes intergalácticos y viajes por el tiempo a través de sus famosos
agujeros de gusano, así como también la posibilidad de la existencia de
universos paralelos.
No
obstante, él quiso diferenciarse de la larga estela de astrofísicos
predecesores, desde Aristóteles, Copérnico, Kepler, Galileo, Newton y Einstein
entre otros, los cuales compartían la creencia de que el funcionamiento del
universo obedecía a un diseño inteligente superior.
Lo
dijo tajantemente en una entrevista: "Pero no hay ningún Dios. Soy
ateo".
Llama
la atención esta actitud ya que en todos sus escritos sus razonamientos lo
llevaban con frecuencia a toparse con la idea de Dios, la cual, a veces la
dejaba en suspenso para evacuarla posteriormente o simplemente la eludía.
Tanto
así, que llegó a expresar frases como:
"Las
leyes han podido ser decretadas por Dios, pero Dios no interviene para romper
las leyes"
“Estas
leyes pueden haber sido dictadas originalmente por Dios, pero parece que él ha
dejado evolucionar al universo desde entonces de acuerdo con ellas…”
“Si
encontrásemos una respuesta a esto, sería el triunfo definitivo de la razón
humana, porque entonces conoceríamos el pensamiento de Dios”.
Su
negación a la existencia de Dios parecía más obstinada que razonada.
Por
ejemplo, una de sus más consagradas frases lo delata: "Uno no puede probar
que Dios no existe; Pero la ciencia hace a Dios innecesario".
La
primera oración es comprometedora: ¿Qué podía haber en la cabeza del científico
cuando dijo que no podía probar que Dios no existía?; total, lo que no existe
no necesita probarse; por ejemplo, nunca nadie se ha planteado probar la
inexistencia de las hadas. Así que la duda lo intrigaba.
La
segunda oración tiene una connotación antitética; Si a este mismo argumento
simplemente le cambiamos los polos tendría más o menos la siguiente expresión:
“La existencia de Dios, hace a la ciencia innecesaria”; en el sentido que la
ciencia simplemente va descubriendo las cosas como ya están funcionando, lo que
llevaría a preguntarnos: ¿Qué fue primero: la ciencia o el diseño?.
Si la
ciencia hubiese sido primero, no tendría sentido investigar ya nada porque todo
estaría claro y fuésemos como dioses armando y desarmando mundos.
No
queda más que aceptar que primero fue el diseño y después la ciencia; sin el
diseño, la ciencia no existiría porque no tendría qué estudiar; entonces el
acertijo estaría resuelto: la ciencia simplemente explora un diseño
preexistente y funcional, en suma y por deducción lógica, el diseño de la
creación de un Creador. Sin Creador no existiría ciencia ni existiría nada.
Todas
las cosas que existen y que nos implican, los seres humanos ya las conocemos
más por instinto que por ciencia; pero la ciencia lo que hace es ir
comprobándolas; por eso se llama ciencia.
Llegar
a comprender el complicado y perfecto funcionamiento del universo; con un
sistema planetario de órbitas milimétricamente diseñadas; con movimientos
lunares sincronizados y tambaleos acompasados del planeta, y aun así no
encontrarle cabida a un creador, equivaldría, por ejemplo, a encontrarse con un
entramado tráfico de vehículos autónomos como ya funcionan en algunas ciudades,
y pensar que no tienen un diseñador; que han surgido y se coordinan por un
simple big ban.