viernes, 30 de marzo de 2018

049-DIOS, HAWKING Y LA CIENCIA

Sin duda el científico británico Stephen William Hawking (08.01.1942-14.03.2018) pasará al salón de los grandes astrofísicos de la historia de la humanidad por varias razones:
a) Por su asombrosa capacidad para empaparse, comprender y manejar las diferentes y complejas teorías físicas conocidas sobre el funcionamiento del universo;
b) Por la facilidad para explicarlas de una manera sencilla, entendible y magistral, habiendo sido uno de sus grandes objetivos y virtudes querer acercar la ciencia a las grandes mayorías a través de sus didácticos escritos; y
c) Por sus espectaculares aportaciones, llegando a establecer la posibilidad de realizar viajes intergalácticos y viajes por el tiempo a través de sus famosos agujeros de gusano, así como también la posibilidad de la existencia de universos paralelos.

No obstante, él quiso diferenciarse de la larga estela de astrofísicos predecesores, desde Aristóteles, Copérnico, Kepler, Galileo, Newton y Einstein entre otros, los cuales compartían la creencia de que el funcionamiento del universo obedecía a un diseño inteligente superior.
Lo dijo tajantemente en una entrevista: "Pero no hay ningún Dios. Soy ateo".
Llama la atención esta actitud ya que en todos sus escritos sus razonamientos lo llevaban con frecuencia a toparse con la idea de Dios, la cual, a veces la dejaba en suspenso para evacuarla posteriormente o simplemente la eludía.
Tanto así, que llegó a expresar frases como:
"Las leyes han podido ser decretadas por Dios, pero Dios no interviene para romper las leyes"
“Estas leyes pueden haber sido dictadas originalmente por Dios, pero parece que él ha dejado evolucionar al universo desde entonces de acuerdo con ellas…”
“Si encontrásemos una respuesta a esto, sería el triunfo definitivo de la razón humana, porque entonces conoceríamos el pensamiento de Dios”.

Su negación a la existencia de Dios parecía más obstinada que razonada.
Por ejemplo, una de sus más consagradas frases lo delata: "Uno no puede probar que Dios no existe; Pero la ciencia hace a Dios innecesario".
La primera oración es comprometedora: ¿Qué podía haber en la cabeza del científico cuando dijo que no podía probar que Dios no existía?; total, lo que no existe no necesita probarse; por ejemplo, nunca nadie se ha planteado probar la inexistencia de las hadas. Así que la duda lo intrigaba.
La segunda oración tiene una connotación antitética; Si a este mismo argumento simplemente le cambiamos los polos tendría más o menos la siguiente expresión: “La existencia de Dios, hace a la ciencia innecesaria”; en el sentido que la ciencia simplemente va descubriendo las cosas como ya están funcionando, lo que llevaría a preguntarnos: ¿Qué fue primero: la ciencia o el diseño?.
Si la ciencia hubiese sido primero, no tendría sentido investigar ya nada porque todo estaría claro y fuésemos como dioses armando y desarmando mundos.
No queda más que aceptar que primero fue el diseño y después la ciencia; sin el diseño, la ciencia no existiría porque no tendría qué estudiar; entonces el acertijo estaría resuelto: la ciencia simplemente explora un diseño preexistente y funcional, en suma y por deducción lógica, el diseño de la creación de un Creador. Sin Creador no existiría ciencia ni existiría nada.

Todas las cosas que existen y que nos implican, los seres humanos ya las conocemos más por instinto que por ciencia; pero la ciencia lo que hace es ir comprobándolas; por eso se llama ciencia.
Llegar a comprender el complicado y perfecto funcionamiento del universo; con un sistema planetario de órbitas milimétricamente diseñadas; con movimientos lunares sincronizados y tambaleos acompasados del planeta, y aun así no encontrarle cabida a un creador, equivaldría, por ejemplo, a encontrarse con un entramado tráfico de vehículos autónomos como ya funcionan en algunas ciudades, y pensar que no tienen un diseñador; que han surgido y se coordinan por un simple big ban.

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